Ha cambiado el viento,

el faro y yo nos miramos como amantes

mientras las últimas olas

susurran las palabras

que solo tú y yo entendemos;

y el mar se calma ante nosotros,

porque en este faenar multiplicamos los peces,

en este faenar, brotan las rosas.

La máxima felicidad en los mínimos placeres cotidianos, 

cuando el cielo es azul 

y son suaves las palabras con las que nos encontramos, 

cuando enmudeces ante la ternura 

y te derrites como la nata en el café 

mientras voy siguiendo tus pasos

por el pasillo hacia el ocaso. 

Nos contamos secretos que otros 

        también se contaron,

y descubrimos la belleza en todas partes 

en todos los cuerpos y ciudades. 

No somos uno 

ni dos enteros complementarios; 

el amor no se cuantifica.

Fluye constante.

 Decido que ya no estás en este juego.
Aparece la tierra
y me devuelve a otros hombres.
Los llamo.
Giran sus sillas hacia mis caderas,
            (justo donde te quedaste tú,
            sentado,
            buscando el norte)
 
Sin más alarmas
tú, me quedarás lejano.
 
Vendrán,
como todos los ciclos de la vida,
a pasar temporadas en mi cuerpo
a mirarse detenidamente en mis ojos
a medirse diariamente en mis pasos.
 
Sin más alarmas
yo, te quedaré lejana.

Sin nada,
prometo y deseo
sin nada,
la mano que busca su hueco
su espacio abierto,
así, reservado.

Mi sueño, sin nada 
y lo sueño,
el lobo que se ha hecho cordero
y la niña lo ama
olvidando a su madre,
yo sin nada.

Sin nada
comienzo y lo dejo,
respira nervioso el minuto que dejo
y lo dejo
por nada,
guardando en la mano
el tesoro del viento:
que el gigante me llame 
la reina del bosque. 

 Cada paso que demos

será un año en nuestra vida,
lo tomaremos como un lento vals
desde el que poseernos
            sin otro tempo
que la fijación de nuestras miradas
y las vueltas caprichosas de los anhelos.
            Sobre todas las cosas,
las vueltas caprichosas de los anhelos.

Conecto con el mundo,
profundizo en las conexiones latentes
y florecen estados de ánimo
coloridas respuestas a tus preguntas;
pausamos el tiempo
que nos acompaña infatigable
y dejamos que expire sus grandes voluntades
            -a veces nos grita demasiado fuerte
            cuando nos cerramos ante la vida-
y en estos minutos brota un amor inconmensurable,
cuando la inteligencia encuentra su objeto.
Solo entonces el ser se dilata hacia la plenitud
solo entonces morimos de placer
por un instante.

De sábado en sábado plantando flores,
el dinero en la cesta
        llega lento y cuesta
pero te presto la colcha
para arrimarte al horizonte.
 
Los meses de julio
esperando naranjas,
¡que la puesta de sol la veremos mañana!
y el dinero en la cesta
        y, tú y yo,
        con las cartas   
jugando a la vida,  
todas las tardes.